jueves, 17 de noviembre de 2011

UNA FARFALLADA MENTAL (con permiso)

LF: 40mm. f 5,6. 1/80 s.

Los espaguetis son el dórico de la pasta. Los farfalle, el rococó. El dórico es un arte de emergencia, de esplendor. El rococó su reverso tenebroso, la decadencia. Podían haber elegido unos esbeltos espaguetis para conmemorar el 150 aniversario de la proclamación del Reino de Italia. Una pasta espiritual, recta, que apunta al cielo como un ciprés o un místico de El Greco, digna del Risorgimento. Pero no. El Pastificio Giacomo Rizzo, un negocio que desde 1915 elabora pasta fresca en el barrio de Cannaregio, Venecia, no ha estado acertado con los farfalle tricolor. La tienda, que hoy día ofrece además excelentes Chianti  y aceites de oliva virgen de Liguria o Sicilia, recuerda la despensa del restaurante de Artie Bucco en Los Soprano, el Vesuvio, con música de Aznavour y sus nostalgias proustianas. Permítanme la licencia: los farfalle retorcidos son la alegoría de la decadencia de Italia, la decadencia de Europa. Como el Príncipe de Salina en “Il Gattopardo”, asistimos a la defunción de una época que ya agonizaba sin saberlo, egocéntrica y lisérgica, mientras la mediocridad y sus acólitos hozaban sobre los restos de una grandeza perdida para izar su bandera vacía de nobleza y virtud. Don Fabrizio Corbera aguantó firme el estrépito de un tiempo que venía a dinamitarlo, como los aristócratas que Abel Gance retrata en su “Napoleón” se dirigían a la guillotina, elegantes y serenos, orgullosos de ser los últimos testigos de una era de esplendor y belleza. Tal vez sólo nos salve de la caída una vuelta a la espiritualidad, a las virtudes antiguas. Un regreso al hogar humilde del Hombre eterno. Podemos elegir todavía: ¿espaguetis o farfalle? 

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