miércoles, 22 de febrero de 2012

VIVIR PARA VOLVER

LF: 102mm. f 22. 1/60sg.
"Lo esencial es que en alguna parte permanezca aquello de lo que uno ha vivido. Y las costumbres. Y la fiesta familiar. Y la casa de los recuerdos. Lo esencial es vivir para volver". Carta a un rehén. Antoine de Saint-Exupéry

Ya los oigo. Claman pidiendo modernidades, cambios, transformaciones. Son los amigos del continuo Plan Renove de la sociedad. Aborrecen cuanto heredaron. Desprecian la Casa de sus padres. Las tradiciones les parecen reductos de humanidad-rebaño, el sumidero donde acaba por inercia la voluntad aletargada. Ser conservador se ha convertido en un estigma en una sociedad que vive rendida al deleite de las modas. Lo nuevo ha vencido a lo viejo e impone su tiranía. El niño domina al padre, ésa es la tónica de la época. Un infantilismo que permea la vida con sus toxinas y se vanagloria de la victoria con una soberbia inversamente proporcional a su sabiduría. Pero, como hábilmente apuntó Chesterton, "no hay en realidad valor alguno cuando se atacan cosas viejas o anticuadas, como no lo hay en ofrecerse a atacar a nuestra abuela. El hombre realmente valiente es el que desafía a tiranías jóvenes...". Yo reivindico una mirada atrás, una vuelta a las costumbres, al respeto a los ciclos, a la conveniencia de lo heredado, a todo aquello que nos enraíza y da sentido a la existencia. Podemos seguir viviendo en el engaño de la eterna juventud que nos proporcionan las modas, vampirizarlas hasta sentirnos inmunes al paso del tiempo; podemos perdernos, gin tonic en mano, en el laberinto de un fauno que nos promete fintar las horas del Gran Reloj; podemos creer que en un tweet se pueden compendiar siglos de conocimiento. Pero cualquier puesta de sol nos enseña lo esencial: que la vida del ser humano va del orto al ocaso sin paradas ni atajos. Vivir para volver. Siempre fue así y siempre lo será. No hemos descubierto nada que no supieran ya nuestros ancestros. Escuchemos qué tienen que decirnos.

miércoles, 8 de febrero de 2012

EL EMBARCADERO

LF: 65mm. f 10. 1/250s.
El artista romántico, cuando dejaba por un instante de recrearse en su ombligo y contemplaba la naturaleza, se veía sujeto a una especie de estremecimiento que lo liberaba de su narcisismo vital. En definitiva, se sentía feliz de puro sobrecogimiento. Caspar David Friedrich, con ese óleo del hombre de levita negra que se asoma a un acantilado, solo ante un abrumador mar de nubes, retrató perfectamente el sentimiento de su generación. Hay algo de reverencial en esa mirada romántica a la naturaleza, que por otra parte no acaba de ser honesta. Es una mirada que reconoce tímidamente al Creador, pero al mismo tiempo reivindica un papel. El actor, el hombre, está enojado. Su ego se agita ansioso. Hay chispazos en su espacio psicológico interno. Estaba naciendo la subjetividad moderna. Es difícil sustraerse ya al influjo de tanta subjetividad. Hoy, todos somos dioses, al menos creemos serlo. Recuperar la inocencia en la mirada es un ejercicio necesario. Humildad, aceptación, reverencia. Contemplar la naturaleza de esta manera limpia nos colma de paz. Sin adjetivos, sin aspavientos, sin autocompadecernos por estar de paso. El embarcadero nos aguarda. Cedamos el poder al Creador y disfrutemos de la obra.